SINOPSIS
Un día en la vida de Carlos López, un típico macho criollo que vive aparentando lo que no es y quien con su gran labia trata de reconquistar a su ex mujer, Pastora, resolver la relación con su joven amante y, sobre todo, recuperar a Sharon, la gran pasión de su vida y rival de sus mujeres. Carlos está dispuesto a aceptar todas las pérdidas de su vida, su trabajo, su ex mujer, su nueva pareja, pero la de Sharon, no; por lo que después de enfrentar un secuestro comienza una intensa aventura para recuperarla aún a riesgo de su vida.
REFERENCIA

Carlos Azpúrua (Caracas, 1949) interrumpe sus estudios universitarios para dedicarse de manera espontánea al cine, primero en labores de maquinista, electricista y cámara. Luego, a finales de los 70 debuta con un documental polémico Yo hablo a Caracas (1979) donde el Shaman de una tribu de indígenas al sur de Venezuela denunciaba los problemas ecológico y de derechos humanos que aquejaban a los indígenas del país. Este documental prácticamente se presentó por todo el país, a través de unos 350 foros públicos realizados en diversos estados y centros poblados, llegando al Congreso de la República de la mano de un Movimiento por la Identidad Nacional comprometido con la lucha en contra de los métodos de evangelización compulsivos ejercidos por las Misiones protestantes Nuevas Tribus, ubicadas en el Amazonas venezolano. (Posteriormente el documental formaría parte, conjuntamente con otros dos documentales más, del largometraje La propia gente (1981), que sorprendentemente estuvo 15 semanas en cartelera en una sala de Caracas).

Este inicio marcaría la primera etapa de la carrera de Azpúrua, pues se dedicará con ahínco al cine documental como vehículo de denuncia y de lucha por los derechos humanos, fundamentalmente de los indígenas. Surgen así documentales como Pesca de arrastre (1980), sobre las consecuencias ecológicas y humanas de este tipo de actividad marina; El barrio cuenta su historia (1982), sobre los problemas de un barrio caraqueño; Caño Mánamo (1983), donde se detalla con suma precisión las consecuencias ecológicas en el Delta del Orinoco debido a la intervención de la naturaleza para beneficio de las grandes empresa transnacionales, otro documental que como Yo hablo a Caracas, fue visto y discutido a lo ancho y largo del país.

De nuevo el problema de Las Nuevas Tribus es tratado por Azpúrua en su largometraje documental, Amazonas, el negocio de este mundo (1986), ganadora de varios premios nacionales e internacionales. Del mismo año es Detrás de la noticia, sobre un conflicto síndico-patronal dentro de un conocido diario de circulación nacional.

Su primer largometraje de ficción fue Disparen a matar (1991), una denuncia contra la impunidad policial, que cosecha 18 premios internacionales entre ellos el Colón de Oro del Festival de Huelva (España). Luego vino Amaneció de golpe (1998), en la cual analiza la sociedad venezolana a partir del intento de golpe de estado ocurrido en 1992 y ganadora de varios premios nacionales e internacionales. Ambos films estuvieron nominados a los premios Goya de España.

Entre 1997 y 2001, Carlos Azpúrua es elegido presidente de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC). Paralelo a su actividad gremialista, continúa su labor de documentalista con títulos como La montaña rasgada (2001); una serie de documentales para PDVSA, entre ellos Juan Pablo Pérez Alfonso: El profeta olvidado (2004), Conspiración petrolera (2004) y Festival Mundial de Poesía (2004).

En 2006, luego de recibir el Premio Nacional de Cine por “sus méritos como realizador y gestor de la cultura cinematográfica en el país”, Azpúrua estrena su tercer largometraje Mi vida por Sharon o ¿Qué te pasa a ti?, una comedia sobre las vicisitudes de un típico personaje venezolano, el del “macho criollo”: "Uno de los problemas que me planteé narrar –ha comentado Azpúrua- fue el del hecho material y cómo influye en tus actitudes; la manera de vivir de la gente, que aparenta cosas que no son y sobredimensiona el valor de lo material por encima de otros valores".

El film, cuyo guión fue escrito por Mónica Montañés, significa un cambio de registro -al menos en lo que a género se refiere- para un cineasta cuyos dramas precedentes seguían hablando del país, como lo había hecho desde la perspectiva del documental: "Lo importante es haber intentado narrar el país desde el humor, la sátira, el sarcasmo, lo cual ha sido una experiencia grata porque he sentido las posibilidades narrativas que tiene el género y la capacidad de empatía e identificación que se puede lograr con el público", comentó.

La idea del film le vino de una experiencia personal en el que fue víctima de un asalto y del cual salió airoso debido a la empatía que se estableció entre él y sus asaltantes: "Tengo con esta película una situación muy paradójica: siempre he hecho un cine muy directo, de denuncia, concreto en sus proposiciones, entonces a veces siento -además de la satisfacción, identificación y disfrute- que me pueda haber quedado corto, que haya sido muy elemental. El inconsciente me traiciona y me exige una reflexión más profunda, pero esa disyuntiva la resolverá el público y eso me llena de gran expectativa", afirmó el realizador.