DIRECTOR

Peris Romano

Patricia sale con César, pero él no ha podido olvidar a Mara, su novia de toda la vida, que le dejó justo después de pedirle que se casara con él. Su mejor amigo, Hugo, está decidido a animarlo y una noche de fiesta conocen a Paula, la hermana pequeña de Irene, un antiguo ligue de Hugo y la mujer de Pablo. Acabaron juntos tras la despedida de soltera de ella y nunca más han vuelto a verse. A Pablo le han despedido. Lo mejor del día ha sido sin duda que ha conocido a Mara y han intercambiado teléfonos. Podría ser el comienzo de algo, si no fuera porque Pablo ya está casado con Irene.

Luego de su debut como codirector y coguionista, junto a Rodrigo Sorogoyen, con la comedia 8 citas (2008), el realizador español Peris Romano dirige en solitario una nueva comedia, Los miércoles no existen (2015), que como la anterior vuelve al esquema de narrar varias historias de personajes, conectadas entre sí.  

La historia de Los miércoles no existen surgió como guion para una película a mediados de 2012, en plena crisis. En ese momento el sector del cine español pasaba por un momento muy malo y las producciones salían con cuentagotas, mientras que, por el contrario, se estaba viviendo un boom teatral, de modo que el proyecto se reconvirtió en una obra de teatro. Y funcionó, pues desde su primera función, en marzo de 2013, se convirtió en un éxito de público con más de 70.000 espectadores. Y por supuesto terminó transformándose en una película. 

Aquí la música es un personaje más en la trama. El uso que se hace de las canciones es a modo de diálogo interior —los personajes cantan para ellos, en sus pensamientos— y son el nexo de unión entre las diferentes piezas de la historia. Las letras cuentan algo sobre el momento que viven los personajes, su estado de ánimo o expresan algo que no se atreven a decir. Y todos los actores cantan en directo, la mayor parte de lo que se escucha en la película son ellos en vivo y en directo, no se ha doblado salvo lo técnicamente imprescindible. 

Notas del Director

“Narrativamente, doy al público las piezas desordenadas de un puzzle emocional que debe completar poco a poco con el transcurso de las escenas.

Genero así un espectador activo e implicado, que debe ir rellenando los huecos en blanco y cuyo interés se ve alimentado  por los detalles de lo ocurrido, por la evolución de los personajes y sus conexiones.

Sólo con la pieza final se completa la cadena de acontecimientos, respondiendo a muchas de las preguntas que planteo y dejando otras a la interpretación del espectador.

Musicalmente, hago un recorrido por el repertorio colectivo de varias generaciones, canciones versionadas y adaptadas a cada escena donde adquieren personalidad propia y presencia física a través de dos músicos. Un chico y una chica, que acompañados de su voz y sus guitarras se integran en la acción con la participación activa o pasiva de los personajes, según el momento o el lugar.

(….)

Visualmente, Madrid se convierte en otro personaje al ser el escenario y el telón de fondo en el que se desarrollan las diferentes historias. Un Madrid urbano, atractivo y reconocible, retratado y fotografiado a pie de calle de la misma manera que estamos acostumbrados a ver Nueva York, Roma, París, Londres o Barcelona…

Mi historia de Los miércoles no existen tiene su germen en la denominada comedia urbana, en el que prima el fluir de la historia y el desarrollo de los personajes por encima de efectos especiales o increíbles giros de guion. Una clase de cine en el que el espectador puede reírse o emocionarse, al verse reflejado e implicado con los protagonista, las situaciones y sus conflictos.

Un cine honesto, cercano, reconocible y también con un punto gamberro en el estilo de la comedia madrileña. Una renovación de un género que llevaba gente a las salas gracias al boca/oreja para ver títulos como Todo es mentira, Los perores años de nuestra vida, Amo tu cama rica, Nada en la nevera o El otro lado de la cama, por citar algunas.

Los miércoles no existen revisita el espíritu de esas comedias españolas a través de las situaciones, los diálogos y los personajes, pero buscando un resultado final más cercano en formas y estética al cine europeo en la línea de París je t’aime, Closer o Una pistola en cada mano; e influenciado por una puesta en escena cercana al cine independiente americano de vocación comercial, con películas como (500) días con ella o Ruby Sparks”.

Peris Romano