Organizado por Gran Cine, la experiencia es un paneo sobre la realidad nacional desde la perspectiva de los adolescentes.
“No queremos ser la generación de relevo”, dijo Sara con la contundencia de sus 16. “¡Queremos ser la mejor generación de relevo que haya tenido Venezuela!”. Aplaudida a rabiar en el auditorio de la Casa de la Cultura de Baruta, Sara es una de los treinta y siete adolescentes que culminaron el taller Fábrica de Cine que organiza la fundación Gran Cine y que, a lo largo de seis meses, le dio rudimentos de lenguaje del séptimo arte, formas de narración y manejo de los artefactos. En esta, la cuarta edición, también recibieron información útil para la producción de contenidos sobre lo fundamental: Derechos Humanos.
Tras estudiar qué y cuáles son estas ideas que vindican la vida y sus circunstancias aglutinadas como potestades; luego de confirmar cómo este andamiaje de prerrogativas inherente a la democracia promueve la civilidad y la convivencia; y después de entender dónde y en qué aspectos es desconocida, ignorada o valorada esta plataforma sobre la cual la humanidad fundamenta o debería fundamentar sus relaciones, métodos, actuaciones, decisiones, planes —urticaria para los totalitarios, quimera para no pocos pueblos—, los participantes decidieron en qué asunto se meterían.
Adolescentes de los liceos de Baruta, la mayoría liceístas entre 14 y 18 años, seducidos por la posibilidad de crear y alentados por el gusto de expresarse asumieron el compromiso de participar en esta experiencia social, educativa, creativa y claro cinematográfica que “será inolvidable para mí, me haga o no director de cine”, como dijo Francisco, de 14 y que “nos hizo mejores”. Con la coordinación de Omar Mesones y de gente del cine como el realizador Carlos Caridad, la productora Laura Goldberg y el crítico Iván Zambrano, trabajadores de la información que explican cómo dirigirla y digerirla, como el periodista Luis Carlos Díaz Vázquez, la sustancia que inspiraría los cortos serían las charlas dictadas por los profesores Fernando Faúndez y Rafael Uzcátegui de Provea sobre derechos humanos, ese conjunto de arbitrios cuya declaración universal apenas tuvo lugar en París en diciembre de1948. Con duración de diez minutos cada uno explora distintas áreas de derechos fundamentales.
Por si fuera poco el fardo de problemas que confronta el país y del que son blanco vulnerable los jóvenes —exangüe transporte público, ausencia de buen desayuno en casa, violencia, desaliento—, desde la esperanza y con sentido crítico, con drama y también con humor, dolidos y corajudos, escogieron investigar y contar las condiciones y circunstancias venezolanas del derecho a las protestas, la libertad de expresión, el derecho a la educación y los altos índices de deserción escolar, el maltrato a la mujer y a la comunidad LGBT, la salud y los servicios públicos. Alto al fuego, Lápices rotos, Tu palabra es tu poder, Misión mordaza, Colores pisoteados, Medicina al cero por ciento y Desconecten todo, son los cortos que, como documentales y el último como ficción, trataron los temas que sugieren sus títulos.
“Fue difícil pero maravilloso, disculpen que no sea tan elocuente”, añadió Reinaldo otro joven, luego de ver la proyección de su trabajo en una pantalla grande, en una sala real. Se trata, diría Bernardo Rotundo, cabeza de Gran Cine, “de un viaje que no solo afecta en el mejor sentido a los estudiantes y a sus familias, y que no solo les ofrece perspectiva y conocimientos extracátedra a los participantes”. El proceso, que incluye tomar decisiones, trabajar en equipo, expresarse, escuchar y hacerse oír, defender sus puntos de vista, confrontar el miedo escénico, establecer prioridades, también los ayuda a crecer, a poner en práctica la democracia.
“No nos interesa la negatividad, tampoco la censura, queremos con nuestro trabajo denunciar un modelo equivocado que debe ser sustituido por la democracia, la república y la libertad”, atinó a decir otra estudiante que confió que algunas veces les dio miedo seguir adelante pero lo hicieron. Los cortos serán difundidos próximamente por las redes sociales y en el Primer Festival de Cine de los Derechos Humanos que se proyectará en los primeros días de octubre a propósito del día de los Derechos Humanos que es el 10. Se verán en Caracas bajo la organización de Gran Cine y con los aliados de Provea y el Trasnocho Cultural.
No es buena idea contar de qué se trata una peli, menos el final. Pero uno de los cortometrajes realizado por un equipo que cree a pies juntillas que “los venezolanos somos solidarios”, y están sus integrantes persuadidos de que “venceremos” —los estudiantes tienen, por antonomasia, la temperatura correcta en sus cabezas calientes—, cierra con una pregunta “¿y qué hace Maduro?”. Empiezan a pasar los créditos y cuando menos lo esperas aparece la respuesta. Se le ve, pequeño, en un cuarto de pantalla, echando un pie.