Carlos Sorín se ha hecho un nombre en virtud de la sencillez e ingenuidad de sus películas: Ha bordado una suerte de trilogía coronada con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián. El camino de San Diego lo ha hecho merecedor de la distinción, aunque no fueron pocos quienes esperaban que se llevara la mismísima Concha de Oro.Con la sonrisa a punto, este realizador argentino recien aterriza en Venezuela para mostrar su trabajo en el marco del Festival de Cine en Mérida.Su gusto por eso que se ha denominado "road movie" (películas de ruta o de carretera) y por personajes en búsqueda de un futuro permanente quedará en evidencia, de igual manera su trabajo con actores que no lo son. Seres invisbles de una nación gigantesca como Argentina que se enfilan en un viaje esperanzador. Ingenuos, humildes, inusuales. Una mirada que admite no deja de ser su mirada, pero al fin y al cabo la que disfruta.A la fecha el cine de Sorín es un cine puro y austero. un cine de localidades inmensas con seres terrenos que bordan lo celestial, como el Tatí Jiménez de El camino de San Diego, un chico de Misiones que apasionado por Diego Armando Maradona inicia su propia peregrinación para ir a su encuentro.