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/ Luis Sedgwick Báez / Martes 01 de Enero
La relevancia de Toronto
Con una selección de 361 films de 62 países, films que uno quiere ver y que colidan en el horario, amén de las ruedas de prensa con estrellas de magnitud (Brad Pitt, Sharon Stone, Demi Moore, Russell Crowe, Julie Christie, Sean Penn, las Dixie Chicks, Jude Law, entre tantos otros), las recepciones aquí y allá y a toda hora, no es fácil organizar el tiempo y la suerte, obviamente, debe de estar a nuestro favor. El Festival Internacional de Cine de Toronto este año adquirió ribetes de una extraordinaria selección (claro, depende también de lo que ofrece el mercado) con una organización que fluía a cada instante y el clima, aunque errático en su sentido lluvioso ayudaba a encerrarse en las salas de proyección y obviar el buen tiempo fuera. Vi 57 films en 10 días. Grandes actuaciones: la de Peter O´Toole en Venus (Gran Bretaña), de Roger Mitchell, como el viejo actor de teatro, con su tiempo de vida limitado por enfermedad pero aún lúcido en su líbido acariciando esta posibilidad con la sobrina de un amigo; Albert Finney, en dos films A Good Year (USA), de Ridley Scott, como el viejo tío que deja en herencia su casa y viñedo a su sobrino, y Amazing Grace (Gran Bretaña), de Michael Apted, como el traficante de esclavos arrepentido que apoya a William Wilberforce (el carismático Ioan Gruffud), parlamentario británico líder del movimiento antiesclavista en el siglo XVIII; y Forest Whittaker, como Idi Amin en The Last King of Scotland (Gran Bretaña), de Kevin McDonald, y uno de los films que más gustaron en Toronto. (He decidido dejar los títulos en su original pues uno nunca sabe cómo serán después traducidos). En el renglón de actuaciones femeninas se destacaron sobremanera Julie Christie como la esposa cuyas facultades van cediendo al alzheimer en Away from Her (Canadá), de Sarah Polley; Penélope Cruz en Volver (España), de Pedro Almodóvar, (no vi el film pues lo veré en Caracas pero mis colegas me afirmaron que está magnífica, sí la vi en cambio, junto con Almodóvar saliendo de la recepción que les ofreció Chanel, elegante, mínima, aturdida entre tanta publicidad pero con unos ojos de infinita soledad que me hizo recordar a Judy Garland en el film Nace una estrella; y los rostros de Dannielle Darrieux en Nouvelle Chance (Francia), de Anne Fontaine, y Gena Rowlands en uno de los 20 fragmentos (de 10 minutos cada uno) y uno de los mejores de Paris je t´aime (Francia), de Gérard Dépardieu, que con su su sola presencia llenan la pantalla. Por cierto, en otro fragmento, el de Alexandre Payne, vemos a una turista norteamericana que cuenta cómo ha sido su estancia en Paris y explica que visitó en el cementerio de Montparnasse las tumbas de Jean Paul Sartre y Simón Bolívar; claro, confundió el nombre de El Libertador con el de Simone de Beauvoir, que está enterrada al lado de su pareja de más de 50 años!
Cuando a Brad Pitt le preguntaron a la entrada de la proyección Babel (USA), de Alejandro González Iñarritu -y uno de los mejores films que ví en Toronto-, de por qué había cambiado su actitud, ahora más solidaria con el marginado y desvalido, contestó que esto había ocurrido cuando vío a un indigente revolver un pipote de basura cerca de su casa en Los Angeles. En esos días George Clooney, junto a su padre, comparecía ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas clamando por ayuda a la olvidada Darfur; Madonna, ni corta ni perezosa, creó una fundación para socorrer a Malawi. Nombres, como el de Bono de U2, de Angelina Jolie, que forman ahora parte del grupo de solidaridad humanitaria. Pocos recuerdan a Audrey Hepburn, embajadora especial de las Naciones Unidas que colmó su deseo primigenio de ayudar al otro hace más de 20 años, y en estos días la marca Gap portaba su nombre y silueta por doquier. En la inauguración de la ópera de Nueva York, aproveché de conversar con Barbara Walters (para nada simpática y estaba de mal humor ese día y aunque estrenando vestido, cuando le sacaban las fotos mostraba los dientes) sobre aquella famosa entrevista que le había hecho a Audrey Hepburn donde expresaba que se sentía realizada en esa nueva etapa de su vida.
Truman Capote está de moda. El film de Douglas McGrath, Infamous (USA), tuvo la mala suerte de salir después de Capote. Infamous es mejor, Toby Jones que interpreta al escritor está mejor que Phillip Seymour Hoffman (que ganó el Oscar por este papel) y la trama se centra ahora en los comentarios que los amigos de sociedad de Capote tienen sobre él , ahondando además en la relación afectiva que Capote tuvo con uno de los asesinos de Kansas. Sandra Bullock es Harper Lee, la escritora y confidente intelectual del autor de A sangre fría.
Time (Corea del Sur), de Kim Ki-Duk, es sobre una pareja: ella celosa, él flirteador, ambos se aman pero los celos de ella la obligan a someterse a una cirugía para cambiarse el rostro y averiguar si él la sigue queriendo. A su vez, él decide someterse al mismo tratamiento. El final es inesperado como perturbador. Indigènes (Francia/Marruecos) explora el comportamiento de los soldados de las colonias francesas (Túnez, Algeria, Marruecos) durante la Segunda Guerra Mundial, que esperan encontrar igualdad y fraternidad en la lucha pero la decepción los carcome. El espionaje, la vigilancia escrutinadora, el seguimiento cotidiano de los sospechosos en el régimen de Hoenecker, de Alemania del Este, en La vida de los otros (Alemania), de Florian Henckel von Donnesmark, que se llevó casi todos los premios Lola en Alemania, fue otra de las proyecciones relevantes de Toronto, así como El laberinto del Fauno (España), de Guillermo del Toro, que muy pocos vieron por ser cerca de la medianoche, pero es un film importante por mezclar con inteligencia e imaginación narrativa y visual los horrores de la guerra civil española y las fantasmagorías de una niña.
Moderno, actual, alucinante resultó Red Road (Gran Bretaña), el primer opus de Andrea Arnold y ganador del premio del jurado en Cannes este año, sobre la vigilancia, a través de dispositivos ultrasofisticados (el film de Donnesmark, en comparación con éste, los instrumentos de vigilancia son primitivos y pedestres, claro eran otras épocas) sobre los transeúntes en la calle y donde una mujer monitorea a alguien que le trae horrendos recuerdos. Flandres (Francia), de Bruno Dumont, analiza, en tono minimalista, con poco diálogo las vidas tristes y desoladas de campesinos en una zona deprimida, la promiscuidad de algunos, la ida y retorno de algunos soldados enviados a combatir en el Medio Oriente, con imágenes alusivas a nuestros tiempos y ganador del gran premio en Cannes. También de Cannes llegó con su palma de oro El viento que sacude la cebada (Gran Bretaña), de Ken Loach, film polémico por su implicancia política pero con el sello de autor. Il caimano (Italia), de Nanni Moretti, es un film político, como casi todos sus films y esta vez el punto de mira es Silvio Berlusconi quién aparece como un ser ególatra, manipulador y corrupto. Pero cuando un director, como un escritor, se vuelve tan parcializado en su enfoque, se pierde la perspectiva necesaria que exige toda obra de arte, restándole fuerza y valor. De todas formas es un film a ver.Siendo una persona que ha vivido en muchos países, visitado otros tantos, confrontado tantas y diversas culturas me asomé a ver The Namesake (USA), de Mira Nair, basado en el libro del mismo nombre de Jumpha Lahiri (que recientemente también lo había devorado) y salí gratificado. Nair, presente en la sala, además de gran parte de la comunidad de la India de Toronto, recibió una estruendosa ovación al finalizar el film que trata sobre una familia de Bengal que se traslada a Nueva York sometiéndose a los rigores y choque de culturas que toda inmigración involucra. El film es lúcido en su planteamiento y sin manipulación de sentimentalismos.
Amén de los nuevos de Resnais, Amelio, de Oliveira, Crialese, Kaurismaki.
Y esto es una fracción de los visto en Toronto
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