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EL UNIVERSAL / Robert Andrés Gómez / Martes 01 de Enero
La doble mirada de Woody Allen
"Melinda y Melinda" se estrena en el marco del Festival de Cine Independiente
Cuando Woody Allen inauguró el pasado Festival Internacional de Cine de San Sebastián -septiembre 2004- con Melinda y Melinda lanzó una pequeña pero significativa advertencia. "Esta es mi película. Si no les gusta, no se preocupen. Acabo de terminar otra". Respetado en el mundo entero, pero considerado como guillotina para la taquilla de grandes masas -algo que nunca le ha preocupado-, Allen siempre se las ha areglado para rodar sin parar un proyecto tras otro.Melinda y Melinda (2004) es us largometraje número 39. El último que hasta ahora ha rodado en su adorada Manhattan; y que temporalmente ha decidido cambiar por la capital británica. En Londres rodó su penúltimo film, Macht Point -presentado con relativo éxito de crítica en el pasado Festival de Cine de Cannes-, y es allí donde prepara su próximo proyecto, aún sin título, con Scarlett Johansson y Hugh Jackman. Intelectual, amante e intérprete regular de clarinete, Allen ha terminado por emular la conducta de su otro yo cinematográfico -el Val Waxman de Un final de Hollywood-, abandonando su propio terreno para instalarse en Europa, a su juicio en busca de mayor libertad creativa; pero también el lugar donde desde su mirada el cine busca reinventarse. Bordeando los 70 años, Woody Allen ha sido uno de los realizadores más importantes del cine estadounidense, un caso único de creatividad; si se toma en cuenta que la estructura de sus filmes es casi siempre la misma, en tanto que su apego a las relaciones humanas y los repartos corales parece haber visto desde sus ojos todas las probabilidades posibles.
Aun así, pese a lo escasamente celebrados que han sido sus filmes más recientes -Granujas de mdio pelo (2000), Un final de Hoollywood (2001), La maldición del escorpión de Jade (2002) y Todo lo demás (2003)-, Allen no ha perdido el entusiasmo ni la fidelidad de sus espectadores partiulares, quienes aún esperan por el renacimiento de este autor que ha entregado piezas memorables como Annie Hall (1977), Manhattan (1979), Zelig (1983), La rosa púrpura del Cairo (1985), Hannah y sus hermanas (1986), Crímenes y pecados (1989), Maridos y esposas (1992) o Balas sobre Broadway (1994) por nombrar las más; aunque insista una y otra vez en que su obra maestra aún no ha llegado y que posiblemente nunca llegue. Melinda y Melinda bien puede ser el inicio de ese renacimiento. Una exploración de la vida y la creación mostrada desde las máscaras del drama y la comedia; vale decir, los dos polos de la existencia que se condensan en un personaje -una mujer-, y que permiten indagar aún más en el mundo de este realizador, escritor u actor; sin que ello sea un regodeo de desesperanza, sino otra vuelta de tuerca a su manera de mirar el mundo.Estrenada en el marco del Festival de Cine Independiente, Melinda y Melinda es también el retorno a las pantallas locales de este realizador, condenado últimamente a las tiendas de video.-------------------- Reir o llorarMelinda y Melinda es tanto una tragedia como una comedia. Una suerte de apropiación de esa estructura que David Lynch deshojara en Autopista perdida o Krzysztof Kieslowsky apuntalara en La doble vida de Verónika, aunque suena un tanto descabellado. En este caso, ni tan abstracta, y con otro tenor de poesía, Allen reúne a un grupo de amigos -intelectuales y burgueses-, que buscan definir el sentido de la vida. Melinda es la excusa para abordar sus reflexiones. La comedia y la tragedia van de un lado a otro, para entrelazarse definitivamente; ya no según la perspectiva de sus personajes en plena ebullición sino en el juego puro y ¿duro? de su creador absoluto. Radha Mitchell es Melinda, la una y la otra; en un elenco renovado donde el realizador convoca además a Chloé Sevigny, amanda Peet, Will Ferrell, Jonny Lee Miller, Wallace Shawn y Chiwetel Ejiofor. Ferrell es ahora el alter ego de Allen. El actor, bastante ocupado en estos momentos, llena un puesto que el Allen actor ha cedido otras veces a Kenneth Branagh, John Cusack e incluso Jason Biggs; sin que se eche de menos al responsable original, dado que las manías de su arquetipo son tan transparentes que en todo momento se hace reconocible.Como sea el neoyorquino se sacude en este film su letargo, algo que ya se vislumbraba en su aún no proyectada en Venezuela, Todo lo demás.
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