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EL NACIONAL / Juan Antonio González / Martes 01 de Enero
David Cronenberg
desteje los hilos de la esquizofrenia
Spider (Araña) es uno de los títulos que se presentarán, a partir de hoy, en la Segunda Muestra de Cine Canadiense. En el filme, el también director de La mosca y Crash evita la sanguinolencia de sus anteriores películas, pero sin dejar de lado una de sus mayores obsesiones: la animalidad de la que es capaz el hombre.---------------------------De no ser porque el cine se interpuso entre él y su fascinación por la ciencia, en estos momentos David Cronenberg podría estar recluido en un desordenado laboratorio experimentando con toda clase de mutaciones genéticas. Para su fortuna, ha sido en los territorios de la literatura y de la ficción cinematográfica donde este cineasta, nacido en Toronto el 15 de marzo de 1943, ha dado rienda suelta a aquellos temas que desde su adolescencia han estimulado su curiosidad científica: la transformación de los organismos, el envejecimiento, la fusión de los genes, la enfermedad como degeneración y la muerte.
Reconocido como uno de los realizadores más personales de Canadá, llamado maestro contemporáneo de los géneros del terror y la ciencia ficción, Cronenberg ha admitido que los científicos están tan locos y son tan creativos como los escritores y los artistas. “En cierto sentido, cada persona es un científico loco, y el mundo es su laboratorio. Todos intentamos experimentar para encontrar una forma de vivir, de solucionar problemas, de alejar la locura y el caos”, dice en el libro David Cronenberg por David Cronenberg (Alba Editorial, Barcelona, España, 2000).
Así, pues, cada película firmada por este hombre de aspecto apacible aunque misterioso está unida a los dictados del conocimiento científico, y hasta médico, con un irrenunciable trasfondo filosófico, existencial. Basta recordar La mosca, cinta de 1986 en la que el investigador Seth Brundle (Jeff Goldblum) termina convertido en un monstruo luego de fallar en su intento por teletransportar la materia; o bien, Crash (1996), en la que sus personajes establecen una relación compulsiva con los accidentes automovilísticos, incorporados estos a su propia estimulación sexual.
Ahora, con su más reciente película, Spider (Araña), Cronenberg abandona el amarillismo significativo, el sensacionalismo justificado de sus anteriores obras, para contar la historia de Dennis Cleg, un hombre aquejado por la esquizofrenia que regresa al East End del Londres en el que nació para reconstruir su pasado. Un pasado en el que están las claves del desorden mental que lo mantiene al borde de su anulación.
Rorschach y otras manchas
Desde los créditos iniciales del filme, en el que los rótulos aparecen sobreimpresos en paredes a las que el deterioro, el abandono, les han dibujado azarosas manchas de Rorschach, Cronenberg deja claro que el viaje que los espectadores emprenderán será el que Dennis Cleg quiere hacer; es decir, un recorrido hacia el origen de su enfermedad.
Ralph Fiennes encarna a Cleg con una impresionante economía de movimientos corporales y un absoluto dominio de sus expresiones faciales. Claro, su personaje no es más que un ser inseguro, débil, como amenazado y desprotegido. ¿De qué? De sus memorias. Un ser al que su amadísima madre llamaba de niño “Spider”, por la seducción que sobre él ejercían las arañas y las telas que éstas tejen, pero que a partir de una experiencia traumática –ésta es asesinada por su padre y sustituida por una prostituta– comienza a tejer en su habitación con cordeles que consigue en su camino y que parecen reproducir el desordenado patrón con el que su mente percibe y confunde realidades.
Si bien el protagonista de Spider está en pleno tránsito hacia su recuperación, ya que, de hecho, al principio de la película deja el sanatorio en el que estaba recluido para alojarse en una residencia de paso en el East End londinense, su decisión de recordar los sucesos que lo llevaron a su situación actual, es definitiva para entender esa especie de metamorfosis interior que desea retratar Cronenberg, para quien resulta más apetecible, no el tono de thriller psicológico de la novela original que inspiró su filme, escrita por David McGrath, autor también del guión, sino la posibilidad de convertir el alterado punto de vista del personaje en único relato. Su Dennis Cleg no se diferencia mucho de los complejos seres de Crash; de alguna manera, éste y aquellos habitan el mundo con el alma mutilada.
Siete historias canadienses
Además de Spider, la Segunda Muestra de Cine Canadiense que se inicia hoy en las salas Cinex Centro Plaza y Paseo del Trasnocho Cultural, contará con la proyección de siete películas que demuestran lo internacional y diversa que es la cinematografía del país de la hoja de maple. Ellas son: El cubo 2 (Andrezej Sekula), secuela del exitoso filme de ciencia-ficción terrorífica de Vincenzo Natali; Mi vida sin mí (Isabel Coixet), el drama de una mujer a la que su médico le dice que le quedan pocos meses de vida; Matrimonio a la italiana (Émile Gaudreault), comedia multicultural que contrapone el pragmatismo norteamericano y el sentido familiar de los italianos; Ararat (Atom Egoyan), regreso a sus orígenes armenios de uno de los más densos realizadores canadienses contemporáneos; Un cangrejo en la cabeza (André Turpin), viaje interior por las profundidades del océano; Caos y deseo (Manon Briand), igualación fílmica de las cambiantes corrientes marinas y las emociones de un puñado de personajes, y Expecting (Deborah Day), mosaico humano conformado alrededor del inminente nacimiento de un niño.
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