La clausura del certamen se vio afectada por el retraso del gobernador de Mérida, Jehyson Guzmán, que provocó desorganización y confusión durante la premiación. De principio a fin, hubo muchos debates políticos. Pero el público, lejos de interesarse en ellos y muy entusiasmado, disfrutó de las proyecciones y los talleres
Desde el primer día hubo tensión en el Festival del Cine Venezolano por los comentarios políticos. Aunque las proyecciones de películas y los talleres se realizaron con normalidad, el presidente del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, Carlos Azpúrua, marcó pauta en la inauguración cuando sacó una bandera de Venezuela y pidió a sus colegas opositores no voltearla en señal de protesta.
«Esto es una respuesta a los que no entienden que estamos superando una de las situaciones más difíciles por nuestra soberanía, libertad y por el derecho a ser libres. Han convertido su acción en una estrategia para sobrevivir. Les pido que no volteen la bandera, porque esta bandera nos da el sentido de ser venezolanos. Que viva nuestra patria y que viva esta bandera», expresó el director ante las cientos de personas que acudieron a la estación Barinitas del Teleférico de Mérida, cerrado desde hace dos años.
Ya lo había dicho Azpúrua en una entrevista para El Nacional. Buscará alianzas y conciliación y, también, será «un operador político de una realidad concreta, interpretándolo de una manera democrática, plural, justa y correcta».
El debate político tocó un punto álgido horas antes de la clausura, durante el encuentro «Juntos pero no revueltos», en el que los participantes del festival pudieron responder preguntas del público.
Generaron rencillas particularmente los casos de las cintas El Inca de Ignacio Castillo Cottin e Infección de Flavio Pedota, ambas censuradas en el país. La primera por una medida cautelar del TSJ para revisar un caso de presunto daño a la reputación y el honor de los hijos de Edwin Valero, a pesar de que el equipo de la cinta ganó la demanda introducida por la familia del boxeador. Han pasado cinco años y el caso sigue en revisión. Y a la segunda película el CNAC, durante la administración de Roque Valero, le negó el certificado de obra nacional. La institución le ofreció a Pedota la opción de presentarla como filme extranjero, pero el director se negó.
El propio Azpúrua ha sido crítico con la decisión de la administración que le precedió. «Fue terrible. Ahí debo decir que el problema fue otorgar el certificado de nacionalidad. Tremendo error de Roque Valero. Debo decirlo públicamente. Lo dije con conciencia: no impediré nada, pero también propiciaré debates. Si puedo recomendaré que se avance en la reflexión sobre esa solicitud de certificado de nacionalidad, para no ponerle la mejor estrategia a la oposición».
Presente en la sala, Castillo Cottin explicó por qué El Inca sigue sin ser proyectada en salas venezolanas. «Nosotros ganamos el caso legalmente. Estábamos libres para volver a las salas de cine. Sin embargo, el TSJ tomó la medida cautelar para hacer la revisión del caso, han pasado cinco años y siguen revisando», dijo.
El mismo día, durante la entrega de premios, la política volvió a sabotear al festival. Todo estaba preparado para la noche final en el auditorio del Centro Cultural Tulio Febres Cordero, donde las principales ganadoras fueron Yo y las bestias de Nico Manzano y Crudo de John Robertson. Pero hubo un retraso que provocó aplausos del público para presionar. A cada tanto volvía a la tarima el veterano actor Rolando Padilla, presentador del cierre, para pedir disculpas. Pasó una hora y seguía la espera mientras aumentaba la furia de los aplausos. Otra media hora, y comenzó el acto. ¿El problema? Se esperaba por la llegada del gobernador de Mérida, Jehyson Guzmán.
Después del minuto de silencio por la muerte de Fernando Venturini, Azpúrua ofreció un discurso en el que llamó a trabajar juntos a pesar de las diferencias ideológicas, pero criticó los «laboratorios de las guarimbas» y agradeció al «ministro (Ernesto) Villegas y a (Nicolás) Maduro por estar con la cultura (…) más allá de las diferencias».
Una alocución absolutamente distinta tuvo Karina Gómez, directora del festival, quien destacó que el certamen llegó a sus 18 años en Mérida, la ciudad en la que no pudo estar durante tres años debido a la crisis y la pandemia. «Volvemos con largos, documentales, cortos de ficción, cortos documentales, Universidad Audiovisual, Maratón Cine Átomo», dijo.
«El Festival del Cine Venezolano y su organización creen en el futuro venezolano, no solo de los consagrados, sino de la gente que viene detrás: las universidades audiovisuales. Es una ilusión saber la cantidad de personas que se forman en este país», añadió.
También fuera del guion de la clausura, un funcionario leyó un largo decreto que declara al festival Patrimonio Cultural del estado. Guzmán afirmó: «En esta designación el presidente me pidió notificarle al ministro de Cultura para que haya un estricto cumplimiento como ley del estado, un cumplimiento bajo todos los preceptos del país».
El gobernador también otorgó la Orden Tulio Febres Cordero a Carlos Azpúrua y a Tarik Suki, mientras que a Gómez le entregó un presente: una representación del arquitecto y artista merideño Juan Félix Sánchez.
Había incomodidad en el auditorio. En algunos momentos no se escuchaban los nombres de los ganadores, que además se anunciaron bruscamente, con pocas oportunidades para presentarse ante el público y ofrecer unas palabras, salvo los casos de algunas de las categorías principales.
Antes del anuncio de la Mejor Película, los premiados anteriores subieron al escenario por sugerencia, desde el público, de Karina Gómez. Entre los discursos destacó el de Alejandro Hidalgo, director de El exorcismo de Dios: «No empañemos este evento con comentarios políticos. El arte es libertad, no es política».
Mérida, fundamental
Pero la política no logró empañar al festival. Así lo demuestra la asistencia de personas, sobre todo estudiantes y profesores, a proyecciones y talleres, a pesar de que el transporte público en la ciudad está limitado, entre otras razones debido a la escasez de gasolina. Aunque todavía no hay cifras de taquilla, se sabe que la interacción en redes sociales fue de medio millón.
Cuenta Gilberto Polo Pacheco, profesor en la Facultad de Arte de la Universidad del Zulia y que compitió en el certamen con el corto La olla, que llegó a Mérida acompañado por un grupo de 11 estudiantes gracias al apoyo de distintas personas. «Fue duro llegar aquí porque los costos eran elevados. Muchos de los chicos no tenían dinero, y bueno, busqué la forma de conectarnos con la Gobernación del Zulia, que cubrió el hospedaje, y otras personas nos dieron viáticos. El viaje fue eterno, 13 horas en vez de ocho», dijo.
«El pasaje costaba 25 dólares, pero les lloré y me lo dejaron en 18. Fue bastante complicado el proceso. Pero lo logramos. Estábamos a cuatro días de venir y no teníamos el dinero, al final tuvimos respuesta, nos dieron lo que necesitábamos. La emoción de los chicos fue increíble», contó.
Para Estefanía Barrios, de 19 años y estudiante de Producción Audiovisual, estar en Mérida fue una experiencia inolvidable. «Estamos en la tierra del cine, donde el cine se vive de manera diferente, donde conocemos gente del medio que nos inspira, de la que seguimos sus pasos y queremos ser como ellos. Aquí nos inspiramos para nuestros proyectos».
Su compañera, Carmen Veroes, añadió: «Ha sido complicado organizarse porque hay tanta variedad que uno quiere estar en todo. Hay proyecciones en toda la ciudad y uno quiere sacar el mayor provecho».
Pablo de la Barra, director y jurado en la categoría Largometraje de Ficción, consideró que es fundamental que el festival se siga realizando en Mérida porque le da un tono especial. «Cuando se hizo en Caracas, pasó desapercibido. En Mérida se realza», subrayó el cineasta, que está en la posproducción de su película Los herederos.
Como jurado, percibió tres niveles de producción: primero, el trabajo de los directores principiantes; segundo, los que ya saben cómo hacer películas y, tercero, los filmes de alta factura, como el caso de Jezabel y El exorcismo de Dios.
«Creo que hay calidad en el cine que vi. La gente que está empezando está haciendo todos los errores típicos del principiante, pero están haciendo películas. Eso ya es importante. Hacer una película ya es un esfuerzo titánico», expresó De la Barra.
Mientras que Carolina Dávila, directora y jurado en Largometraje Documental, destacó que en su categoría fue notable la variedad de temas y la calidad de las producciones. «La muestra que nos tocó valorar como jurado fue un panorama de lo que somos y fuimos como venezolanos».
Afirma que el cine documental se encuentra en un buen momento. Hay jóvenes estudiantes, continuó, que se están formando en diferentes escuelas. «Podemos dar cuenta de ello en las muestras de cortos y correspondencias que desde el año pasado hemos podido apreciar en la plataforma web de CaracasDoc, que en lo que va de año ha exhibido de manera online 24 cortos documentales con asistencia de más 7.000 espectadores», explicó.
«Estamos viendo mucho cine independiente, obras que se alejan de lo convencional y nos cuentan historias diferentes con ideas arriesgadas, creativas e innovadoras», subrayó.
“Un eje central en mi vida”
Yo y las bestias fue la gran ganadora del Festival del Cine Venezolano al llevarse los galardones a Mejor Película, Mejor Ópera Prima, Mejor Director, Mejor Sonido y Mejor Música.
Su director, Nico Manzano, expresó que el reconocimiento de la cinta en casa ha sido el más especial, después de haber pasado por el Festival de Cine de Mar de Plata y el Tallinn Black Nights Film Festival.
«Mérida, además, es un eje central en mi vida. Si lo veo de alguna forma simbólica, la película tuvo un retorno a uno de sus lugares de origen. Me fui de viaje a San Rafael de Mucuchíes en 2016, ya con la idea en la cabeza y con esa energía embotellada del viaje regresé a Caracas y escribí la película sin parar», recordó el cineasta, que admite que le hubiese gustado estar en Venezuela para recibir los premios, vivir la experiencia del festival, ver los cortos de sus exalumnos y debatir y conectar con otros colegas.
Por el momento, Yo y las bestias sigue su recorrido en festivales de cine internacionales. Informó Manzano que ya están confirmados un par de encuentros en Estados Unidos. También, detalló, se espera que la cinta llegue al país en unos dos meses y harán el lanzamiento de la banda sonora.
«Hay canciones que quedaron por fuera del corte y también quisiéramos buscar la forma de grabarlas y darles salida. Creo que puede ser una bonita forma de que en un par de años la película ‘continúe’ en otro formato, como una banda ficticia pero real», explicó el director, que tiene tres proyectos en desarrollo.
Uno de ellos, el más avanzado, es otro largometraje con un tono similar al de Yo y las bestias. «Esta vez es acerca de un actor de doblaje. Es una historia un poco más familiar, aunque también con elementos mágicos-fantásticos. El guion de este nuevo largometraje ya está casi listo, lo estoy escribiendo junto con Claudia Lizardo (La pequeña revancha)», dijo.
«Los otros dos proyectos son un documental y algo que todavía no tiene forma, pero es una adaptación de poemas de mi abuela», concluyó.
Para John Robertson, el premio a Mejor Documental para Crudo, que también ganó en los renglones de Mejor Dirección y Mejor Edición, es un reconocimiento al rockero Ismael Ángel Sauce, protagonista del filme.
«Ismael fue una persona extraordinaria. Un tipo como pocos, un gran amigo. El tiempo que compartí con él en tarima haciendo rock and roll siempre fue pura buena onda y pura entrega de energía positiva. Creo que todo eso se retribuye», aseguró.
Recordó que la idea del documental surgió cuando sostuvo un encuentro con Darío Adames en Santiago de Chile en medio de una gira de Caramelos de Cianuro, banda de la que formó parte el productor.
«Darío era amigo de Ismael desde niño. Me contó que Ismael había dejado un disco sin terminar y que no se iba a poder estrenar, entonces le dije que soy director de cine y le propuse hacer el documental», narró.
Hicieron entonces un 'crowdfunding' para financiar la película y el resto es historia. «El resultado es maravilloso. Ganamos tres importantes premios del Festival del Cine Venezolano. Y lo más importante: la vida de Ismael queda en la palestra pública y su disco finalmente vio la luz», dijo Robertson, director del filme de ficción Suficiente coraje, estrenado en 2016 en el Festival de Cine de Varsovia y disponible en www.tubitv.com.
Actualmente, el cineasta trabaja en un nuevo largometraje de ficción en Santiago de Chile, donde vive.